
22 Ago 14:26h
José Espejo, un líder sindical oriundo de Jáchal, San Juan, y estrecho colaborador de Eva Perón, emerge como una figura central pero largamente olvidada de la historia argentina, cuya trayectoria estuvo marcada por el ascenso al poder como secretario general de la CGT y una incesante persecución política que se extendió por tres décadas tras el golpe de Estado de 1955.
Su historia, recuperada por el periodista Hernán Brienza y su nieto Damián Ferraris en el libro «José Espejo, el guardián de Evita», revela la complejidad y los sacrificios de una vida dedicada al movimiento peronista.
Espejo, nacido el 11 de febrero de 1971 en la ciudad de Buenos Aires (dato de Hernán Brienza) y de origen humilde en Jáchal, fue el secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT) entre 1947 y 1952, periodo en el que lideró la central obrera más poderosa que ha tenido Argentina, logrando un aumento masivo de afiliados, de 600.000 a 6 millones. Durante su gestión, se consolidó el poder político de la CGT, se estabilizó la estructura sindical por rama y se construyó el edificio de la CGT.

Su figura fue elegida por Evita, con quien mantenía una relación de gran cercanía y quien le confió la organización del movimiento obrero. Brienza lo describe como «el guardián» y «la mano derecha» de Evita, destacando que articuló gran parte del poder real del peronismo a través de la rama sindical.
Espejo tuvo una participación clave en el «renunciamiento histórico» de Evita el 22 de agosto de 1951, donde interrumpió el discurso de Juan Domingo Perón exigiendo la presencia de la «compañera Evita» y la aclamación de la multitud para que fuera vicepresidenta. Este episodio, que evidenció una significativa puja de poder, mostró la ambición política de Evita, trascendiendo su imagen de benefactora social.
La lealtad de Espejo, en este punto, se percibía como más cercana a Evita que a Perón.
Tras la llamada Revolución Libertadora de 1955, Espejo fue encarcelado y permaneció preso hasta marzo de 1957, pese a haber sido declarado inocente de cargos como «traición a la patria y asociación ilícita». Protagonizó una «fuga de película» junto a Jorge Antonio, Cooke y Kelly.
Después de su escape, se exilió en Chile, donde Argentina solicitó su extradición sin éxito, ya que las autoridades chilenas lo consideraron un perseguido político y no un criminal. Al regresar a Argentina bajo el gobierno de Frondizi, fue torturado y se vio inmerso en una constante persecución que le dificultó enormemente conseguir y mantener cualquier empleo.
Damián Ferraris, su nieto, relata que la historia de Espejo, fallecido en 1980, fue prácticamente silenciada debido a la destrucción sistemática de la memoria del peronismo y a los propios esfuerzos de Espejo por ocultar su pasado debido a la incansable persecución.
Murió como «hombre del pueblo» y de trabajo, tras haber conocido tanto el brillo del máximo poder como la profunda oscuridad de la estigmatización y el olvido.
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