
29 Jul 09:28h
En los papeles, el próximo 7 de agosto los partidos políticos solamente deberían acordar frentes electorales. Pero esa firma llevará implícita la decisión más importante: el reparto de lugares en las listas.
Incluso cuando no estén blanqueados los nombres, se sabrá con precisión quién pondrá al primero, quién al segundo, quién al tercero y hasta el último suplente.
Son miserables seis lugares en esta curiosa lista de diputados nacionales, con un solo cargo expectante, en el mejor de los casos. Pero la disputa está abierta por estas horas con fiebre de cierre.
¿Por qué? Porque en el reparto de posiciones estará implícita la ubicación de cada quien en la línea de largada para 2027. Y eso, como ya se ha dicho y escrito en incontables oportunidades, es lo que verdaderamente importa.
No se malinterprete esta última afirmación. Por supuesto que esta elección será sumamente trascendente. Lo será para el oficialismo libertario, urgido de sumar paladares negros para acortar su dependencia de aliados y, por lo tanto, su vulnerabilidad en el Congreso.
Y será trascendente también para el oficialismo orreguista, que necesita mayor músculo en el Parlamento porque -está probado- en estos tiempos se impone el más fuerte y sufre las consecuencias el más débil.
Marcelo Orrego ya está pagando el costo de haberse quedado sin senador en 2023. Las dos diputadas nacionales son su única arma para vincularse con la Casa Rosada, cada vez más agresiva.
Para la oposición también será una parada imprescindible. Para el peronismo, puntualmente, será la oportunidad de encauzar la anarquía interna. Sin una conducción nítida, con un presidente partidario que no manda, brotan los caciques por todos lados.
El peronismo nunca se llevó bien con la horizontalidad. Por eso hoy parece más ensimismado en sus cuestiones intestinas que en sintonizar con el malestar social. Hasta que no resuelva ese desorden fáctico, no podrá salir de la endogamia.
Bajo este punto de vista, emergen mucho más ordenados los partidos que gobiernan. La pastelera que los llenó de crema -citando expresiones del presidente Javier Milei– pudo constituir La Libertad Avanza en los 24 distritos. Incluido San Juan.
¿Qué mérito tiene haberlo hecho desde la cúspide del poder? Lo tiene, evidentemente, pero Karina jugó de banca. No pudieron hacerlo en 2023, evidentemente, cuando tuvieron que acudir a aliados que venían peleando terceros lugares, lejos.
Fue el caso específico de San Juan, donde José Peluc le dio a Milei un soporte inicial que no superaba los 8 puntos. El Javo se ocupó de arrasar luego con el 60 por ciento en el ballotage.
Hoy Peluc es el gran decisor. Lo respalda Karina. Fin.
Como lo es también Marcelo Orrego. El gobernador tiene ordenada a la tropa. Nadie sabe, ni siquiera los más íntimos, cuál será la definición final del gobernador.
Puede ser una apuesta fuerte, a través del intendente Juan José Orrego o el vicegobernador Fabián Martín. O puede ser una apuesta más moderada, como la ministra de Gobierno, Laura Palma, o el ministro de Familia, Carlos Platero. O puede ser todo una cortina de humo para desorientar.
Orrego está en posición de esperar hasta última hora. Lo que él diga, eso será. No necesita el consenso de nadie. Y eso, en política, vale muchísimo.
El peronismo, en cambio, está sometido a tejer acuerdos como no lo hizo en 20 años. Incluso en el peor momento de la relación entre José Luis Gioja y Sergio Uñac, bastó con un acuerdo entre ambos para liquidar la cuestión. Hoy no alcanza con ellos. Lo vienen diciendo desde Carlos Munisaga hasta Fabián Gramajo. Y muchos más.
Todo esto debería estar resuelto el próximo 7 de agosto, día marcado en el calendario electoral para la inscripción de alianzas. Día de San Cayetano. Justo el santito del trabajo digno y la estabilidad económica.
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