06 May 09:05h
Algo está pasando con la serie récord de Netflix El Eternauta, que se convirtió en un fenómeno de audiencias en casi todo el mundo. Tal vez sea que todos tenemos algo de ese héroe común, que decide sobrevivir y luchar por los suyos, por su familia, por sus amigos, por sus vecinos, incluso cuando las chances de ganar son insignificantes.
Tal vez ahí está el secreto del éxito. Todos tenemos algo del Eternauta, un punto de conexión. En mi caso, el año 1977.
Yo nací el 19 de abril de ese año. Prácticamente una semana después, el 27 de abril, la dictadura genocida de Jorge Rafael Videla secuestró a Héctor Germán Oesterheld, el autor del Eternauta. Lo torturaron en el centro clandestino de detención El Vesubio. Y finalmente lo desaparecieron.
Su caso está contenido en el informe del juicio a las juntas militares. El Nunca Más.
Es imposible desligar El Eternauta de la historia personal de Oesterheld. La historieta creada por el autor con dibujos de Francisco Solano López vio la luz en 1957. Apenas habían pasado dos años de la llamada Revolución Libertadora. Ese nombre le dieron al golpe de Estado que derrocó al presidente Juan Domingo Perón.
Habían pasado dos años del bombardeo fraticida sobre Plaza de Mayo, ejecutado por la Armada y la Fuerza Aérea, que dejó saldo de más de 300 fallecidos entre civiles y militares. Y unos 1.200 heridos. Esas son las imágenes que vio Oesterheld como muchos otros argentinos y argentinas.
Pero vino el tiempo del silencio. La proscripción. La clandestinidad.
Oesterheld fue un militante. Militó a través de su historia. Esa narrativa es la que casi 70 años después algunos interpretan como una reivindicación de lo colectivo por sobre lo individual. Hasta Netflix cayó en la tentación de promocionar la serie con un slogan de alta carga política: ‘nadie se salva solo‘.
El lema va en contra del ideal liberal-libertario que se embandera con el individualismo y que condena todo lo colectivo. El Eternauta es una historia incómoda para Javier Milei.
Sin embargo el presidente también tiene su punto de conexión con personaje creado por Oesterheld. Al fin de cuentas, en la narrativa presidencial el león está batallando contra los mandriles. Es un relato mucho menos sofisticado, claro. Pero la lógica del héroe está siempre presente.
Cuando Oesterheld publicó El Eternauta, esa ficción apocalíptica concebida en el horror del ’55 y lo que vino después, no se imaginaba que lo peor estaba por suceder. Que la dictadura de Videla, Massera, Agosti y los demás, no solo le iban a arrebatar su vida.
Las cuatro hijas de Oesterheld, Diana, Beatriz, Estela y Marina, militaban en Montoneros. A las cuatro las desaparecieron. Dos de ellas estaban embarazadas. Si esos bebés nacieron, posiblemente tengan mi edad. Nunca más se supo de ellas.
La viuda de Oesterheld, Elsa, buscó a sus nietos hasta el final de su vida. Abuelas de Plaza de Mayo aprovechó la viralidad del Eternauta para renovar el pedido en redes sociales. Si tenés dudas sobre tu origen, tenés derecho a saber la verdad.
Todos tenemos algo del Eternauta, más allá de la fascinación por los efectos especiales al estilo de Hollywood. Más allá de las simulaciones de la ciudad de San Juan devastada por la nieve tóxica, diseñada por inteligencia artificial, que inundaron los perfiles por estos días.
Porque el Eternauta es contagioso, en el mejor de los sentidos. El Eternauta vibra en la misma frecuencia que hizo salir a millones de argentinos a festejar la copa mundialista de Qatar, ofreciendo una imagen que asombró al mundo entero. El Eternanuta vibra también en lo mínimo, en esas pequeñas costumbres argentinas aprendidas en casa, en los domingos en familia con falta envido y truco. O papá metiendo mano en el auto viejo, que parece que no da más, pero sigue andando.
Porque ‘lo viejo sirve, Juan. Lo viejo sirve’.
Todos tenemos algo del Eternauta. Está bueno que de vez en cuando alguien nos recuerde que podemos ser héroes solo con pensar en el otro.
PELADO STREAM
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