24 Abr 07:50h

El histórico Templo de la Parroquia Nuestra Señora de las Mercedes, que desde 1886 ha sido refugio espiritual y símbolo del corazón de la comunidad jachallera, enfrenta su despedida definitiva tras los daños estructurales ocasionados por el terremoto del 18 de enero de 2021.

En una reunión cargada de emoción y reflexión, llevada a cabo el 22 de abril, la comunidad local se congregó junto a monseñor Jorge Lozano, el administrador parroquial padre Gustavo Vaca, el padre Rodrigo, el diácono Cristian, el intendente Matías Espejo y diversas autoridades provinciales, civiles y de seguridad. En este encuentro se compartieron los resultados de los informes técnicos realizados por prestigiosas instituciones nacionales y provinciales.

Desde el sismo, el templo ha sido objeto de minuciosas evaluaciones. El primer informe del Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES) en 2021 ya alertaba sobre la vulnerabilidad del edificio. A esto se sumó la Comisión Investigadora de la Universidad Nacional de San Juan, que en 2024 confirmó la existencia de severas fisuras que comprometían la seguridad de fieles y visitantes.

El golpe final llegó con el informe emitido en 2025 por el Ministerio de Infraestructura de la Provincia de San Juan. El veredicto fue contundente: los daños son irreparables y el templo carece de condiciones mínimas de seguridad sísmica. Se recomendó su clausura definitiva y la construcción de una nueva parroquia que conserve el espíritu del edificio original, pero adaptada a las normativas modernas de seguridad.

«Debemos proteger la vida de nuestra gente, sin renunciar a la memoria y el valor espiritual de este lugar», expresó monseñor Lozano, quien reafirmó el compromiso del Arzobispado con la conservación del patrimonio religioso y la búsqueda de soluciones seguras y dignas.

La comunidad jachallera despide con nostalgia y respeto a un templo que no solo albergó oraciones, bodas y despedidas, sino que también fue testigo silencioso de generaciones de fe y tradición. Ahora, mientras se cierra un capítulo, se abre otro: el de la esperanza en una nueva casa para la fe, tan fuerte como las raíces que deja atrás.

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