
08 Jul 14:15h
El primer contacto de Celeste Castro con el arte dramático fue en su más tierna infancia, cuando su familia la mandó a aprender declamación con una profesora del barrio. Debía ser una distracción y se convirtió en mucho más. Fue el despertar de una vocación. Un fuego sagrado.
Tan fuerte fue esa llama que se encendió dentro de Celeste, que tiempo después, cuando terminó la escuela secundaria, anunció en su hogar -comerciantes sin ningún antecedente artístico- que tenía previsto irse de San Juan para estudiar Arte Dramático en Mendoza, en Córdoba o en Buenos Aires.
Su decisión no cayó bien al principio. Su hermano había optado por una carrera más convencional: odontología. La discusión quedó en pausa porque sobrevino el estallido de 2001.
Celeste se tomó un año para trabajar en una sanguchería. Juntó plata. Y finalmente, con el producto de su esfuerzo, se radicó en Mendoza para cursar allá hasta el cuarto año de la Licenciatura en Arte Dramático.
Esa fue apenas una parte de su formación. El resto lo hizo a través de distintos cursos de perfeccionamiento -algunos auspiciados por el Instituto Nacional del Teatro- pero fundamentalmente se fogueó en la práctica. En el arte callejero. En el teatro under.
Aquí en San Juan se formó bajo el ala del maestro de maestros del teatro local: Oscar Kummel.
Su historia siempre estuvo marcada por el riesgo, el intentar cosas nuevas. Fue así que viajó a Buenos Aires apenas se abrió una puerta, con su hija pequeña, Morena. Trabajaba medio día y la otra media jornada estudiaba y actuaba.
Nunca se dio por vencida.
Participó de incontables castings en la ciudad de la furia. Hasta que finalmente un día la convocaron para un proyecto de música tropical. No arrugó. Se integró en esa experiencia, de la que aprendió mucho.
Cuando su hijita creció un poco, quiso quedarse en San Juan para estar con su familia materna, abuelos, tíos y primos. Para Celeste, fue motivo suficiente para reencontrarse con sus raíces.
En esta nueva etapa, y tras superar un problema de salud, nació Shica Kumbia. Un proyecto tropical que fue mutando hasta arraigarse en los temas sanjuaninos como La Esquina Colorada y Deolinda Correa.
‘Yo me considero huarpe’, dijo Celeste, sin tener la certeza de su ADN, pero con la seguridad de llevar consigo esa herencia ancestral. Y plasmarla en su arte.
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