
06 Oct 07:18h
«La juventud es un regalo de la naturaleza y la vejez una obra de arte». Con esta frase la periodista Celeste Williner presentó a Rosa María Nesman, más conocida como Rosmary, de 70 años y recién jubilada, en el programa ¡¿Quién sos?! de Pelado Stream. Entre ambas ofrecieron una ventana a una vida donde el descanso no es una opción, sino un lujo que no se puede costear.
Para Rosmary, la jubilación, que llegó hace un año, vino acompañada de una dura realidad económica: su ingreso se redujo a un tercio de lo que era, un impacto que no esperaba y que la obligó a reinsertarse inmediatamente en el mercado laboral desde su pequeño departamento.
El emprendimiento como escudo contra la soledad y la economía
«Cuando llegué y vi esa realidad dije, sí o sí, ¿qué es lo que sé hacer? Me gusta hacer y no me molesta, lo hago a gusto, tengo mis horarios, me obliga a salir, es hacer comidas», explicó Rosmary. Así nació un emprendimiento mínimo de comidas para frisar, enfocado en milanesas, supremas y empanadas. Este ingreso extra, que ronda los $100.000 mensuales, es vital para cubrir gastos fijos y, en particular, para seguir pagando el coseguro de su obra social, un servicio que no está dispuesta a perder.
La decisión de no buscar un trabajo administrativo, a pesar de su experiencia, se debió a un rechazo a la rutina: «Ya había pasado muchos años sentada en una oficina y no quería volver a esa monotonía, esa rutina».
Su hiperactividad la impulsa. Un día sin actividad, ya sea física, culinaria o de otro tipo, es un «día perdido». Esta necesidad de estar ocupada es su forma de combatir la soledad y la angustia de la precariedad económica, aunque el «signo pesos le pasa permanentemente por la cabeza», obligándola a llevar cuadernos de economía y a ser «muy prolija» para llegar al día.
La docencia frustrada y el arrepentimiento por no estudiar
Si bien su sustento actual es la cocina, a Rosmary le hubiese gustado dedicarse a la docencia. Contó que estudió 10 años de inglés y, al recibirse a los 17 años, el director del instituto la llamó para ofrecerle trabajo. «Yo con 17 años en aquella época no me animé«, reveló con nostalgia. «Si hubiera enganchado ahí, a lo mejor me hubiera jubilado más como profesora de inglés». También dio clases particulares de matemática e inglés durante años.
Este es su mayor lamento: «Me critico el no haber seguido estudiando», una crítica que la lleva a impulsar con vehemencia a los jóvenes: «Tienen que estudiar lo que sea».
Una «vejez distinta» que se niega a molestar
Rosmary se autodefine con una «vejez distinta» por su nivel de actividad, contrastando con amigas que «disfrutan» la jubilación leyendo y viendo televisión. Su secreto para mantenerse a flote no es solo el trabajo, sino la «contención social» que logra con su grupo de amigas. Aunque muchas de ellas aún están inmersas en el cuidado de hijos y nietos más pequeños, Rosmary ha forjado una nueva rutina: todos los lunes se reúne con dos excompañeras de su clase de italiano para seguir estudiando y tomar mates.
A pesar de su orgullo y autosuficiencia («nunca le he echo asco a nada»), reconoce que el mayor desgaste es psicológico. Le cuesta «pedir ayuda», especialmente económica, y trata de no «dar preocupaciones» ni «molestar» a sus hijas, a pesar de que la ayudan con temas de salud o económicos cuando es necesario.
Al final, su motor es la proyección: «A mí me gusta levantarme y saber que tengo que hacer algo». Aunque ha dejado de soñar a lo grande y se conforma con seguir «con esta podma de afrontar las cosas», su vida es un testimonio de resiliencia frente a la adversidad de un sistema que, según ella, no le da el espacio adecuado a los adultos mayores. Su mayor deseo: «Dios quiera que [la muerte] sea así rapidito» y seguir con «pilas para un rato más».
El amor y la tecnología en la tercera edad
En el terreno del amor, Rosmary considera que a su edad es algo «platónico». No busca convivir con alguien, sino tener una persona compatible para «tomar un cafecito, para ver una película». Sin embargo, la idea de usar aplicaciones de citas como Tinder la hace exclamar: «No, no me muero».
A pesar de estar «bastante actualizada con la tecnología» por su trabajo previo, admite que la Inteligencia Artificial y otros avances recientes «ya la superan un poco», evidenciando las brechas tecnológicas que se abren a su edad.
PELADO STREAM
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