03 Nov 11:20h
Martín Olivares, un educador de profesión y vocación, se resiste a la simple definición por roles. Para él, somos un «gran misterio» y un «gran abismo», mucho más que la suma de ser padre, hijo o docente. Su trabajo, que realiza junto a su socia y amiga, la licenciada Gabriela Velázquez, se centra en la Inteligencia Emocional y la Inteligencia Espiritual, un camino que iniciaron hace más de diez años. Este recorrido los llevó a adoptar y personalizar el lema «Somos modificables», una expresión que tomaron del psicólogo cognitivo conductual Reuven Feuerstein. Esta frase, más que un lema, es una experiencia personal que ambos han vivido, una convicción de que las personas tienen la capacidad de cambiar sus conductas, pensamientos y relaciones.
La Inteligencia Emocional: Un conjunto de habilidades
Olivares explicó a Celeste Williner, en el programa ¡¿Quién sos?! de Pelado Stream, que la inteligencia emocional es, ante todo, una inteligencia que todo ser humano posee, aunque en distinto grado de desarrollo. La describe como un conjunto de cuatro habilidades fundamentales. La primera es la percepción de las emociones, el momento en que el cuerpo registra la emoción. La segunda es la comprensión, el acto de ponerle nombre a esa sensación («estoy angustiado»). La tercera es la capacidad de utilizar las emociones para que ayuden a pensar en lugar de bloquear, algo común con el miedo o la ansiedad. Finalmente, la habilidad más compleja es la regulación de las emociones, que implica tanto el manejo del mundo emocional propio como el de los demás, como padres, alumnos o parejas.
Para él, la receta para desarrollar esta inteligencia es simple: trabajarla. Citando al autor Rafael Vizquerra, Olivares indicó que el momento ideal para empezar es «cuando la madre está embarazada», es decir, lo antes posible. Subraya que la inteligencia emocional no es algo mágico, sino un conjunto de habilidades que se desarrollan a través de un proceso sostenido en el tiempo, al igual que aprender a leer o escribir. Por ello, la educación emocional sistemática y consciente en las escuelas, además del rol de las familias, resulta fundamental.
Prevención y el desafío de desaprender
El educador manifestó su preocupación por el aumento de la violencia y, sobre todo, por su naturalización en los jóvenes, donde golpear o lastimar se asume como parte del juego. Aseguró que la escuela siempre ha sido un espacio de educación emocional, aunque no de manera sistemática, pero que hace falta un trabajo más sostenido para desarrollar estas competencias. No considera que haga falta una ley específica para esto, ya que la ley de educación nacional ya contempla la integralidad de la persona; el problema radica en que los docentes no están formados y la sociedad aún carga con una crianza autoritaria y represiva.
Olivares reflexionó sobre cómo la cultura patriarcal ha enseñado, especialmente a los varones, que la única emoción permitida para manifestar es el enojo. Por esta razón, la tristeza o la angustia a menudo se manifiestan como rabia. «Es mejor construir niños sanos que reparar adultos rotos,» afirmó, resumiendo el objetivo único de la educación emocional: prevenir eventos posteriores como la violencia, el bullying o los trastornos de ansiedad y depresión.
Para los padres de su generación, que crecieron bajo un liderazgo autoritario, el desafío actual es habilitar la emoción de los hijos, algo tan simple y a la vez difícil como no decir «no llores» cuando un niño está apenado. El primer paso es transitar la emoción, y el segundo, ayudar a que el niño tome conciencia de lo que le sucede y la elabore. En este sentido, sugirió dos de sus libros escritos con sus coautores: Inteligencia emocional y liderazgo y Somos modificables, este último con un enfoque más práctico y con técnicas para la psicoeducación.
La riqueza de la empatía y Fe y Alegría
El coach destacó que una persona emocionalmente inteligente es plástica, capaz de comprender que el otro tiene una vivencia distinta y puede empatizar con esa cosmovisión. Esta aceptación del otro, sumada al respeto por la diversidad, permite enriquecer la propia perspectiva, ya que el diferente «observa el mundo como vos no lo hacés». Señaló que la inteligencia emocional desafía los mecanismos naturales de defensa del cerebro, que por supervivencia tiende a temer y a desconfiar de lo distinto, animando a trascender el agruparse solo con los iguales.
Finalmente, compartió su labor como voluntario en Fe y Alegría desde 2018, un movimiento internacional de promoción social y educación popular que trabaja con personas en estado de vulnerabilidad y de escasos recursos. En San Juan, han ofrecido oficios y formación en emprendimientos, incluyendo un centro que funcionó en el servicio penitenciario. Actualmente, a través de su espacio «Yo te cuido», buscan integrar a personas de muy escasos recursos con otras de diferentes estratos sociales para trabajar en el desarrollo de la inteligencia emocional. Este trabajo busca levantar la autoestima vulnerada de los alumnos y darles una oportunidad de autosustentarse, en un espíritu que promueve la escucha activa y evita la violencia de la sugerencia no solicitada.
La conversación concluyó con la idea de que la inteligencia emocional, junto a la labor de Fe y Alegría, son «formas de transitar la vida que nos hacen […] un poquito más liviano esta existencia.»
PELADO STREAM
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