La conmovedora historia del nieto sanjuanino restituido por Abuelas de Plaza de Mayo

12:51h

El periodista Daniel Tejada recibió este lunes en Pelado Stream a Carlos Goya Martínez Aranda, el único sanjuanino cuya identidad fue restituida por las Abuelas de Plaza de Mayo. Carlos compartió su conmovedora historia, marcada por el exilio, la apropiación y un doloroso proceso de reencuentro con su verdad.

Un Doctorado en Tiempos Difíciles

La entrevista se enmarcó en la reciente entrega del título Doctora Honoris Causa a Estela de Carlotto por parte de la Universidad Nacional de San Juan. Carlos, quien estuvo presente en la ceremonia, describió el acto como «muy fuerte» y «muy lindo», destacando la profunda emoción de Estela, un reconocimiento que, en el contexto actual, funciona como un mimo o una caricia a la lucha constante de las Abuelas.

Carlos contó que la ceremonia se aceleró gracias a un contacto que surgió de la necesidad, ya que la CONADI (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad) se encuentra desfinanciada. La Universidad ofreció sus instalaciones para la toma de muestras de ADN, y ese vínculo permitió reactivar la postergada entrega del doctorado.

Respecto al actual clima político y el enfrentamiento del Gobierno con los organismos de derechos humanos, Carlos lo vive con tristeza. Considera que desfinanciar la búsqueda de los nietos que faltan y la intención de volver a instalar la teoría de los dos demonios es una política de Estado que atenta contra los valores democráticos. Mencionó la polémica sobre los 30.000 desaparecidos, argumentando que es «muy banal y ningunear» establecer un número arbitrario. Él defiende la postura de Adolfo Pérez Esquivel: solo se podrá contar cuando todos los cuerpos estén hallados.

La búsqueda de la verdad

Carlos nació en julio de 1979 en Madrid, España. Su historia comienza a desmoronarse un 22 de mayo de 2008. Después de un año de profunda depresión y vacío existencial, ese día fue allanada su casa por orden del juez Ariel Lijo, sospechando que podía ser hijo de desaparecidos. Días después, sus padres apropiadores le confesaron la verdad: no era su hijo.

«Ese día fue el vacío más grande de toda mi vida. De repente… me di cuenta que mi nombre era falso, que mi apellido era falso, que mis padres no eran mis padres, que mi vida era toda una mentira. Te juro que el vacío que sentí esa noche no lo he vuelto a sentir y no lo quiero sentir nunca más. Es muy fuerte la mentira en la vida de uno.»

Su identidad se resolvió en un viaje a Comodoro Py el 29 de julio del mismo año. Allí se enteró de que sus padres biológicos eran Mario Goya (argentino) y Ana María Martínez Aranda (mexicana), ambos militantes que se conocieron en el exilio en México. Mario había pasado por la cárcel por la Triple A en 1974 y había optado por el exilio en Perú y luego en México. En julio de 1979, Carlos nació en España.

Sus padres, en el marco de la contraofensiva de Montoneros, intentaron ingresar con él a Argentina por la ruta 7 desde Chile. Se sabe por un fax de los militares que fueron secuestrados en Las Cuevas, Mendoza, en julio de 1980. Nunca más se supo de ellos.

Carlos fue un trofeo de guerra para su apropiador, un hombre de inteligencia del Ejército que lo tomó en un destacamento. Es muy probable que lo usaran para sacar información a sus padres mediante la tortura, como se hizo con otros bebés. Después de unos meses, fue llevado a un Hogar de Belén para darlo en adopción, hasta que su apropiador intercedió y lo asentó como hijo propio. El contraste simbólico es muy fuerte: Carlos fue bautizado en Madrid por Jorge Adur, un sacerdote tercermundista desaparecido, y en Argentina, con un año y pico, fue bautizado por el capellán del Ejército Argentino.

El reencuentro con la lucha

Tras recuperar su identidad en 2008, Carlos vivió una etapa de negación, sintiendo vergüenza de ser hijo de montonero y no queriendo salir a la calle. Fue un tiempo muy duro, marcado por la rabia e incluso peleas con sus hermanos biológicos.

El click se dio en 2014, cuando le informaron del fallecimiento de su tío paterno, Francisco. En ese momento, la desesperación por no haber conocido a su abuela paterna, Celia, lo invadió. Su abuela, quien había cumplido los 90 años, fue la llave para iniciar el acercamiento.

Aunque solo pudo compartir dos años con su abuela antes de su fallecimiento, ese reencuentro lo impulsó. Carlos hoy tiene en claro sus valores democráticos y su misión: él quiere trabajar en un organismo de derechos humanos y políticamente.

«Hay un montón de cosas que te van a costar toda la vida porque llevás una marca que no sabés qué miércoles es y no lo vas a saber. Hay que convivir con eso.»

Es por esa marca, por la violencia de esos primeros años de vida que no recuerda, que hoy levanta los valores democráticos y sigue luchando por los nietos que aún faltan. Carlos concluyó que los nietos restituidos pasaron por los mismos caminos: violencia, intentos de suicidio y depresiones, y es precisamente por no querer que otros sigan ese camino que él eligió ser parte de la memoria y la lucha.

PELADO STREAM

Redacción PeladoStream
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