Jimmy, cuando la voz no sale de la garganta

17:38h

Para sus conocidos, Eduardo Quattropani nunca fue Eduardo Quattropani. El Fiscal General de la Corte fue ‘El Jimmy’, apodo que acarreaba desde la niñez. Él se encargó de poner a ese pibe en lo más alto de la cocina del poder en San Juan.

Poder sin miedos. Lo aprendió y lo entendió, no exento de errores seguramente. Pudo ejercer ese poder y al mismo tiempo edificarlo desde la propia función.

No vale la pena abundar en detalles biográficos. Basta decir que se formó en una casa de alta intensidad política. Hijo de la inolvidable Ivonne Barud de Quattropani, sindicalista docente que supo darle dolores de cabeza a los gobernadores de turno.

Jimmy mamó ese temperamento.

Su procedencia política de Cruzada Renovadora primero y de Desarrollo y Justicia después fue anecdótica. Al asumir como Fiscal General en 1993 se puso por encima de esas minucias. Se vinculó transversalmente con quien tuviera en frente.

Ese relacionamiento no siempre fue armónico. Jimmy nunca le temió a la confrontación, aunque siempre tuvo la muñeca para llevar la tensión hasta el punto exacto en que nada se rompiera. Siempre encontró el punto de retorno.

En esa dinámica de tirar y ceder, siempre ganó. O casi siempre.

Así transformó su Fiscalía General en la cúspide de un cuerpo de fiscales empoderados, dueños hoy de todo el aparato investigador y acusador de la provincia, como nunca antes había ocurrido en la historia de la provincia.

Es verdad que hubo otros artífices involucrados en esta transformación, pero nadie podría negar el protagonismo de Jimmy, siempre presente aunque muchas veces invisible.

No hubo gobernador que no hablara periódicamente con el Fiscal General. Nadie se confunda, nunca fue una operación lineal para inducir la voluntad del alto funcionario judicial. Fue muchas veces para pedirle opinión.

¿Por qué? Porque Quattropani no solo tenía una profunda formación en lo penal sino también en lo electoral. Esa doble faceta resulta vital para entender su perfil.

Los otros integrantes del Tribunal Electoral Provincial fueron y vinieron. Quattropani siempre estuvo. Vio todo. Los éxitos y los fracasos. Ley de lemas que entraba, que se iba y que volvía a entrar. Cosechó adversarios. Imposible no tenerlos cuando la neutralidad no es opción.

Con este periodista -como con tantos otros- Jimmy tenía charlas frecuentes. La última vez fue en su despacho, en el segundo piso de Tribunales, allá por febrero. Temas varios. Desde el escenario nacional al provincial, incluidos los medios de comunicación.

Quattropani escuchaba. Tejía y destejía. Intentaba entender. De vez en cuando se le escapaba algún chisme judicial. Pero no se le escapaba nada: cada palabra suya tenía una intención, un sentido.

Tuvo encontronazos con los cortistas con los que compartía ese segundo piso de Tribunales. Pero nunca perdieron la comunicación. A fin de cuentas, todos, hasta los mayores, llegaron mucho después que él a la alta magistratura judicial. Quattropani siempre jugó de local.

Esa mirada 360 buscada a propósito, edificada meticulosamente, estratégicamente, fue el principal atributo de Jimmy. Al mismo tiempo, la cualidad que lo hará irrepetible. Cualquiera sea su reemplazante, llegará con otra impronta.

Con Quattropani se cerró una era. Con él se termina un ciclo, un modo de conducción. Incluso hubo versiones acerca de acotar el mandato del nuevo Fiscal General, en esta tendencia de rotar figuras. Ya pasó con el cargo de Defensor del Pueblo: pasó de vitalicio a durar 5 años, tras la muerte de Julio Orihuela.

Jimmy prácticamente había perdido la voz. Susurraba. Nunca la necesitó. Su voz venía de otro lado. De su historia familiar, de su militancia política, de su modo de entender los escenarios y de anticiparse a lo que vendrá.

Los fiscales quedan huérfanos. La política también pierde un tutor.

PELADO STREAM

Daniel Tejada
hola@peladostream.com.ar
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