28 May 16:53h
Apenas tres días después del aniversario del 25 de mayo de 1810, el profesor de historia Mauro Doña dejó una crónica imperdible en Pelado Stream, con toda la rosca política que rodeó aquel nacimiento del primer gobierno patrio.
Doña comenzó con la avanzada napoleónica sobre España, desde 1008 en adelante, cuyo objetivo era en realidad llegar hasta Portugal por ser un aliado estratégico de Inglaterra. A Carlos IV y su hijo, Fernando VII les tocó estar en el medio de esa avanzada, justo en medio de una crisis institucional que los había debilitado.
Las noticias llegaron a estas tierras y, frente a la opacidad de la corona española, el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros empezó a caminar por la cuerda floja. Tal fue la presión que recibió, que debió convocar a un cabildo abierto. Pero la conformación de una junta de gobierno con criollos no era la primera opción en consideración.
Según Doña, para el virreinato se barajaban tres alternativas. La primera era reconocer a José Bonaparte (hermano de Napoleón), la autoridad suprema. La segunda opción era reconocer a la infanta Carlota, esposa en aquel momento de Juan VI de Portugal y hermana de Fernando VII, dándole la regencia de américa. Y la última opción era declarar la independencia.
Cisneros dilató todo lo que pudo. Pero el día 22 de mayo de 1810 cedió a las presiones y convocó al cabildo abierto. Fueron invitados más de 400 vecinos pero solo asistieron unas 250 personas. Allí se resolvió sacarle el poder del rey a Cisneros y conformar una junta de gobierno. Pero Cisneros obviamente tenía sus contactos dentro del cabildo y operó para quedar como presidente de esa junta.
Le duró poco la jugada. Hubo una fuerte resistencia y su plan se terminó derrumbando. Así surgió la figura de Cornelio Saavedra, que era jefe de los Patricios, las milicias que se habían conformado después de las invasiones inglesas.
Saavedra le hizo llegar a Cisneros la nómina de los integrantes aceptables para la primera junta de gobierno. Y así se liquidó el asunto. Surgieron figuras del calibre de Mariano Moreno y Manuel Belgrano. El resto es historia conocida.
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